sábado, 16 de octubre de 2010

Análisis crítico del concepto biblioteca indígena


Analizando en un contexto semántico la representatividad que puede tener la inserción de una biblioteca en una comunidad indígena, es posible aseverar, según la literatura publicada y las experiencias frecuentadas, que estamos muy lejos, en este campo, de organizar, en su pleno significado, lo que se da en llamar una "biblioteca indígena" propiamente dicha.Si vamos a las experiencias concretas, en muchos casos no quedaría otra opción que elaborar un documento crítico:

- Instituciones que se autodenominan "bibliotecas indígenas" favorecen el proceso de extinción de las lenguas maternas, al no contemplar la producción documental que permita la construcción del propio acervo.
- En algunos casos la ausencia de radios indígenas bilingües privan a las comunidades de fortalecer las prácticas lingüísticas, tomando como valor la memoria y el lenguaje, y lo que ello infiere en la cuestión identitaria como factor de resistencia cultural (si el proyecto de la radio indígena no prospera, lo que ocurre en Derqui puede seguir ese camino).
- Escasos materiales bilingües (ni hablar de regiones donde hay varios dialectos que coexisten en una pequeña área), hacen imposible considerar siquiera el carácter específico y diferencial que reconocidos colegas le han atribuido a estas unidades de información.
- Artículos que solo se acceden desde Internet no suelen conocerse en las comunidades por ausencia de recursos, por ende dichas teorías no pueden frecuentarse. En otros casos, la realidad exhibe experiencias profesionales, verdaderos esfuerzos valiosos, que probablemente hagan al concepto de "Centro de Documentación y taller cultural" más no así al de una biblioteca indígena propiamente dicha. Una biblioteca con un sentido de pertenencia por parte de la cultura, de necesidad de apropiación por un espacio que históricamente nadie necesitó.

Estas son solo algunas de las problemáticas, la lista excede este espacio de reflexión.
Deberían haber piedras pintadas en los estantes, y no libros, como las antiguas amoxcalli's de los Nahuats y pipiles de la América Central. El acto supondría una reivindicación del modo de traspaso de conocimiento antiguo, pero no tendría sentido para los descendientes de pueblos originarios que conviven en asentamientos urbanos con escuelas monolingües y que prácticamente han dejado de verbalizar conocimientos en lengua materna. Descendientes de chamanes y caciques que a lo sumo hablan en lengua puertas adentro de sus casas, alejados miles de kilómetros de sus comunidades y de sus modos de autogestión.

No deja de resultar compleja la idea de biblioteca indígena desde el punto de vista técnico (inexistencia de bibliotecarios indígenas que promuevan un acercamiento a la organización de los fondos documentales y las prácticas bilingües), aunque podría ser aplicable la idea de bibliotecas en contextos multiétnicos, desde la colaboración interdisciplinaria, proponiendo la construcción de un paradigma, no necesariamente congruente con la normalización existente en las diferentes bibliotecas del país.

Al revisar la fuente publicada, si tomamos el trabajos de analizar nuevamente los textos, haciendo relecturas de los trabajos de campo y las teorías bibliotecológicas, no deja de sorprender en algunos casos encontrarnos con “recetas” de cómo se deben hacer las cosas, y luego prolongados silencios, que en las comunidades se traducen en una inevitable quietud, a la espera de un nuevo proyecto que habilite un trabajo interdisciplinario que en cierto modo los beneficie cultural y tal vez económicamente.

Hoy creo que cada bibliotecario que estuvo involucrado con esta temática se debe a sí mismo y a los demás, en especial a las comunidades, la construcción de un paradigma. Algo que requiere trabajar en forma comunitaria, sin paternalismos de ninguna índole, en forma interdisciplinaria, intercultural, algo que por cierto aún debe discutirse.
Probablemente nos quede sincerarnos, como bibliotecarios comprometidos con una realidad que siempre duele, para reflexionar si lo que hemos hecho hasta ahora no ha sido otra cosa que una imposición desde otra vereda.
¿Somos realmente necesarios en estos contextos?
¿Tiene sentido organizar el acervo comunitario de un pueblo sin escritura?
¿Libros en los estantes?
De tanto en tanto es necesario detenerse en estos cuestionamientos, y abordarlos como bibliotecarios y como personas.

Qomllalaqpi es un paradigma, como tantas otras experiencias lo han sido, una idea que puede sucumbir al menor soplo, algo que necesita tener un sentido de representatividad, un valer la pena. La pequeña colección de audio ha significado una decodificación de ese paradigma, un rumbo a seguir, al menos así lo expresaron los libros vivientes de Derqui, pero eso solo no justifica la idea de biblioteca indígena, es una parte de ese contexto, aunque contemple en sí mismo una hilatura del concepto. A mi entender la idea debe integrar otros planos, propios de las bibliotecas públicas y populares, propio de las bibliotecas comunitarias o rurales.
Es la idea de autogestión la que no suele arrojar sus semillas al campo vasto de la representatividad, aquello que hace a la identidad cultural, y desde cuya discusión se podrán habilitar espacios para construir nuevos modelos, nuevos significados, nuevos contenidos ¿qué idea tenemos de esto? ¿Qué creemos que esto significa?

Estamos simplemente replanteando nuestras representaciones y nuestras inquietudes, sumando aportes, escuchando y preguntando, mientras los paisanos secan al sol las artesanías recién horneadas.

Daniel Canosa

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