domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre la construcción de pensamiento crítico en la Bibliotecología


Con motivo de una reflexión compartida en diversas listas de discusión bibliotecarias, resulta necesario reformular un aporte en cuanto a lo sucedido en el encuentro de Corrientes de trabajadores por el cambio social, un aporte mínimo en su significado, probablemente abordado en otros encuentros o discusiones, y que tiene que ver con el ejercicio de pensamiento crítico en la profesión, en especial el alcance de la bibliotecología en sus diferentes contextos como así también el rol social del bibliotecario.

Más allá de lo específico de cada aportación en este encuentro, esta vez parece necesario recalcar o subrayar el espacio habilitado para pensar (o repensar) el rol del profesional de la información en los actuales escenarios bibliotecológicos. En líneas generales algunos bibliotecarios nos hemos quejado de ciertos congresos cuyas entradas resultan fuera de toda órbita (a la vez que se analizan temáticas, en un alto porcentaje, de realidades propias del primer mundo, lo cual resta representatividad al espacio de resistencia que suelen significar aquellas experiencias desarrolladas en contextos más vulnerables, tanto económica como socialmente).
Por otra parte suele ocurrir, desde hace algún tiempo, algo que muchos prefieren callar: la reiteración de censuras, por parte de moderadores de listas de discusión, sobre temas que en apariencia nada tienen que ver con nuestra profesión, cuando en realidad toda problemática social y política se encuentra de algún modo imbricada en nuestro quehacer.

Lo que se discute, una vez más, es que únicamente mediante el ejercicio de pensamiento crítico es posible abordar eventuales construcciones de paradigmas, enorme complejidad no supeditada al conocimiento de la técnica.
Decía un filósofo del cual no recuerdo ahora su nombre “me siento un tanto viejo para empezar de nuevo la construcción”, creo que no podemos dejar de lamentar esto desde el campo de las ideas, pero pienso si los bibliotecarios podemos ir más allá de nuestras posibilidades, y si están habilitados los espacios para que esto ocurra.

Si somos realmente conscientes del rol social que nos ocupa, se me ocurren momentáneamente dos opciones (seguramente existen alternativas más pertinentes) para obtener elementos que nos permitan el ejercicio de pensamiento crítico: la libre discusión en listas bibliotecarias y la participación de congresos como el que tuve la suerte de formar parte. En lo personal rescato el potencial de las ideas en torno a una simple propuesta (una experiencia de biblioteca comunitaria en un contexto multiétnico) rescato la preocupación sincera, el compromiso ético, pero sobre todo el espacio donde se intentó analizar críticamente el escenario, tan complejo como vulnerable, en el que suele transitar nuestra vocación cuando precisamente los recursos no son los adecuados.

Porque cabe analizar lo siguiente: a los digitadores del poder económico, las corporaciones, multimedios, políticos y operadores varios, solo les interesa una cosa entra tantas; que buena parte de la sociedad –y buena parte de sus profesionales, sean cuales fueren sus centros de interés- no ejerzan el pensamiento crítico en temas que se vinculan con su profesión (o en todo aquello que desde nuestro corpus académico podamos aportar en tanto construcción crítica con temas sensibles tanto política como socialmente), y para eso necesitan, en espacios como el nuestro, que ciertos moderadores cumplan su rol censurando ese tipo de construcciones, inhabilitando dicha posibilidad.
Dejemos de lado, en este análisis, al resto de la “sociedad” en tanto trabajadores que cumplen sus rutinas para que el “sistema” pueda funcionar, para buena parte de este contexto existen los medios de comunicación (en especial la televisión) que los mantendrán distraídos mientras las cosas siguen su curso.

Entonces tenemos, en el campo de la bibliotecología, a un conjunto de excelentes profesionales, actualizados, competentes, comprometidos éticamente, pero obedientes a un sistema que les indica que pueden y no opinar, que pueden, o no, construir.
Lo paradójico de estos casos (la impresión puede ser discutible) es que pertenecer, con todo lo que implica formar parte hoy por hoy de un espacio, otorga la tranquilidad de sentirse incluido en un gran club, pero estando adentro en realidad están afuera, porque desde el vamos, ciertas inquietudes les están vedadas. Ante esta realidad algunos adscriben por interés, y otros directamente no lo saben, o simulan no saber, que no representan otra cosa que la idea de profesionales libres haciendo elecciones en un inmenso lugar enrejado.
Pero también están aquellos que, defenestrando públicamente el sistema, elijen constantemente ser incluidos para expresar su desencanto, quien suscribe este informe recibió muestras de adhesión por el mensaje que ahora se reproduce en este blog, pero a título personal, sin hacer público el posible debate.

Paralelamente, en otros escenarios, discutimos la ausencia de la bibliotecología en círculos interdisciplinarios donde a diario se realizan aportes académicos a problemas sensibles (personalmente puedo dar fe de espacios frecuentados por antropólogos y lingüistas con los cuales podemos confrontar o aportar ideas con respecto a las culturas originarias, en especial lo relacionado con la identidad y el concepto de patrimonio cultural en riesgo) o lamentamos el estereotipo de personas no comprometidas, apáticas y rigurosas de su componente técnico, y es aquí que si la bibliotecología se limita únicamente a su componente técnico perdemos oportunidades de aportar conocimientos e inquietudes de un modo transversal y crítico.
Estarán quienes no tengan el mínimo interés en discutir estas encrucijadas, esa indiferencia no se critica, simplemente no se la comparte. Pero lo que se intenta analizar es que las listas de discusión en bibliotecología deberían favorecer otra amplitud, aunque más no sea la habilitación de un espacio dentro del espacio.

Creo que para construir paradigmas se necesitan fomentar y promover espacios de discusión, sin ningún tipo de censura, en un marco plural y de respeto a las diferentes formas de pensamiento existentes, porque de hecho existen profesionales que han analizado críticamente el rol social de los bibliotecarios, pero resultan casos aislados, pronunciados de tanto en tanto, sin llegar al resto de los colegas que a diario trabajan y estudian, y que probablemente se sientan representados con estas inquietudes.
Mensajes que denotan la ausencia de respuestas colectivas a problemáticas concretas, minimizando en su conjunto el espacio de las ideas, aquellas cosas que por algún motivo muchos aceptaron no tolerar.

Esta reflexión pretende generar conciencia sobre aquellas problemáticas, propias de culturas originarias en contextos vulnerables, que necesitan del aporte académico, ya que los intercambios del congreso compartido necesariamente implican un beneficio para la comunidad, ya sea por la posibilidad de replicar experiencias como por las ideas brindadas en un marco de respeto y solidaridad.
Vaya a todos los participantes, organizadores y asistentes, el mínimo significado de nuestra gratitud.

Daniel Canosa

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